FUENTE: Bibliotecasvirtuales.com
ARLES (octubre de 1888-Mayo de 1889)
Mi querido Théo:
Gracias por tu carta; pero mira que esta vez he languidecido; mi dinero se había terminado el jueves, así que hasta el mediodía del lunes, resultó terriblemente largo.
Durante esos cuatro días he vivido principalmente de 23 cafés y del pan que todavía tengo que pagar. No es culpa tuya; si la hay es mía. Porque he estado desesperado por ver mis cuadros enmarcados y he pedido demasiado para mi presupuesto, ya que el mes de alquiler y la criada también había que pagarlos. También aun hoy, volveré a arruinarme, porque debo comprar la tela y prepararla yo mismo, ya que la de Tasset no ha venido todavía. ¿Quisieras preguntarle lo más pronto posible si la ha enviado?; 10 metros o por lo menos 5 de tela común a 2 fr. 50.
Pero esto me sería igual, mi querido hermano, si yo no sintiera que tú mismo debes sufrir esta presión que actualmente ejerce sobre nosotros el trabajo. Pero me atrevo a creer que si vieras los estudios me darías la razón por trabajar ardientemente mientras hace buen tiempo. Cosa que no ocurre en estos últimos días; el mistral despiadado barre con furia las hojas muertas. Pero entre eso y el invierno habrá todavía un período de tiempo y efectos magníficos; y entonces se tratará de nuevo de hacer un esfuerzo sin miramientos. Ando tan metido en el trabajo, que no puedo detenerme de golpe. Queda tranquilo; el mal tiempo me detendrá aún demasiado pronto. Como ya lo hizo hoy, ayer y antes de ayer. Trata por tu parte de persuadir a Thomas. Él hará algo siempre.
¿Sabes cuánto me queda para la semana y aún después de 4 días de rígido ayuno? Justo 6 francos. Hoy es lunes, el día mismo que recibo tu carta. He comido a mediodía, pero esta tarde será preciso que coma un pedazo de pan. Y todo continúa sin ninguna novedad, sea en la casa o en los cuadros. Porque no tengo desde hace por lo menos 3 semanas de dónde sacar tres francos...
No tardes, si esto no te molesta mucho; no tardes en enviarme el luis y la tela. He estado ocupado de tal modo desde el jueves, que de jueves a lunes no he hecho más que dos comidas, por lo demás no tenía más que pan y café, que todavía estaba obligado a beber a crédito y que debo pagar hoy. Así que si puedes, no te demores.
Quisiera llegar a hacerte sentir profundamente bien esta verdad: dando dinero a los artistas, tú mismo haces obra de artista y yo desearía solamente para que mis telas lleguen a ser tales, que no estés demasiado descontento de tu trabajo. Tengo además una tela de 30; jardín de otoño; dos cipreses verde botella y en forma de botella también; tres pequeños castaños de follaje tabaco y anaranjado. Un pequeño tejo, de follaje limón pálido y tronco violeta; dos pequeños macizos, de follaje rojo sangre y púrpura escarlata. Un poco de arena, un poco de césped, un poco de cielo azul. Sin embargo resulta que me había jurado no trabajar. Pero todos los días sucede lo mismo; al pasar encuentro a veces cosas tan bellas que, en fin a pesar de todo hay que tratar de hacerlas... A propósito: ¿No has leído nunca Los hermanos Zemgamno de los Goncourt? Si yo no hubiera leído esto, tal vez me atrevería a más: y aun después de haberlo leído, el único temor que tengo es el de pedirte demasiado dinero. Si yo mismo me quebrara en un esfuerzo, no me importaría absolutamente nada. Para ese caso tengo recursos todavía, porque me dedicaría, o bien al comercio o bien a escribir. Pero mientras esté en la pintura, no veo más que la asociación de varios y la vida en común.
Comienza la caída de las hojas; se ve cómo amarillean los árboles, el amarillo aumenta todos los días. Es por lo menos tan bello como los vergeles en flor; y por el trabajo que haremos me atrevería a decir que muy lejos de perder podremos ganar. ¿Has releído ya el Tartarín? ¡Ah!... ¡No lo olvides! ¿Te acuerdas en Tartarín la queja de la vieja diligencla de Tarascón, esa página admirable? Y bien, termino de pintar esta carroza roja y verde en el patio de la posada. Ya verás. Este croquis apresurado te da la composición; un primer plano simple de arena gris, el fondo también muy simple, paredes rosas y amarillas con ventanas de persianas verdes y un rincón de cielo azul. Los dos coches muy coloreados, verde, rojo, las ruedas -amarillo, negro, azul, anaranjado -. Siempre tela de 30. Los coches están pintados a lo Monticelli, con empastamientos. Tú tenías hace tiempo un Claude Monet muy bello que representaba 4 barcas coloreadas sobre una playa. Y bien; aquí se trata de coches; pero la composición es del mismo tipo. Supón ahora un abeto azul verde inmenso, extendiendo sus ramas horizontales sobre un prado muy verde y la arena manchada de luz y de sombra. El rincón del jardín, muy simple, está alegrado por canteros de geranios anaranjados en los fondos, bajo las ramas negras. Pos figuras de enamorados se encuentran a la sombra del gran árbol: tela de 30. Después otras dos telas de 30, el Puente de Trinquetaille y otro puente; el ferrocarril pasa sobre la calle. Esta tela se asemeja un poco, como colorido, a un Bosboom. En fin, el Puente de Trinquetaille con todos esos escalones es una tela hecha en una mañana gris; las piedras, el asfalto, el empedrado, son grises; el cielo, de un azul pálido; figuras menudas y coloreadas; un árbol enclenque de follaje amarillo. Así pues, dos telas en tonos grises y quebrados y dos telas muy descoloridas. Perdona estos croquis tan malos; estoy obsesionado con la pintura de esta diligencia de Tarascón y veo que no tengo la cabeza para dibujar... ¡Cuántas cosas deberían cambiar todavía! ... ¿No es cierto que los pintores debían vivir todos como obreros? Un carpintero, un herrero, produce por lo general infinitamente más que ellos. En la pintura también habría que tener grandes talleres donde cada uno trabajara más regularmente. Esas 5 telas que tengo en preparación esta semana llevan a 15 según creo el número de las telas de 30 para la decoración.
2 telas de Girasoles.
3 telas del Jardín del Poeta.
2 telas Otro jardín.
1 tela Café nocturno.
1 tela Puente de Trinquetaille.
1 tela Puente del Ferrocarril.
1 tela La casa.
1 tela la diligencia de Tarascón.
1 tela la Noche estrellada.
1 tela Los surcos.
1 tela la Viña.
Dime, pues, ¿qué hace Seurat? Si lo ves, dile entonces de mi parte que estoy preparando una decoración que actualmente alcanza la suma de 15 telas de 30, cuadradas que para formar un conjunto incluirá al menos otras 15, y que en este trabajo más amplio suele ser el recuerdo de su personalidad y de la visita que hicimos a su taller para ver sus grandes y hermosas telas, lo que me alienta en esta tarea.
Mi querido Théo:
En fin, te envío un pequeño croquis para darte una idea aproximada del giro que toma el trabajo. Porque hoy me he vuelto a poner a la tarea. Tengo los ojos fatigados todavía; pero en fin, tenía una idea en la cabeza y éste es el croquis. Siempre tela de 30. Esta vez es simplemente mi dormitorio; sólo que el color debe predominar aquí, dando con su simplificación un estilo más grande a las cosas para llegar a sugerir el reposo o el sueño en general. En fin, con la vista del cuadro debe descansar la cabeza o más bien la imaginación. Las paredes son de un violeta pálido. El suelo es a cuadros rojos. La madera del lecho y las sillas son de un amarillo de mantequilla fresca; la sábana y las almohadas, limón verde muy claro. La colcha, rojo escarlata. La ventana, verde. El lavabo, anaranjado; la cubeta, azul. Las puertas, lilas. Y eso es todo -nada más en ese cuarto con los postigos cerrados. Lo cuadrado de los muebles debe insistir en la expresión del reposo inquebrantable. Los retratos en la pared, un espejo, una botella y algunos vestidos. El marco -como no hay blanco en el cuadro - será blanco. Esto, para tomarme el desquite del reposo forzado a que me he visto obligado. Trabajaré aún todo el día de mañana; pero ya ves qué simple es la concepción. Las sombras y las sombras proyectadas están suprimidas; ha sido coloreado con tintes planos y francos como los crespones. Esto va a contrastar con, por ejemplo, La diligencia de Tarascón y el Café nocturno.
No te escribo más porque voy a comenzar mañana muy temprano, con la fresca luz del amanecer, para acabar mi tela. No te olvides de darme noticias de cómo van los colores.
Espero que me escribirás uno de estos días. La próxima vez te haré un croquis de otras piezas.
Un apretón de manos.
Yo creo que una nueva escuela colorista ha de arraigar en el Mediodía; porque veo cada vez más que los del norte se fundan sobre todo en la habilidad del pincel y el llamado afecto pintoresco que en el deseo de expresar algo por el color mismo. Aquí, bajo el sol más fuerte, he encontrado que es cierto lo que decía Pissarro y lo que me escribía, además, Gauguin sobre lo mismo; la simplicidad, lo descolorido, lo grave de los grandes efectos del sol. En el norte jamás se hubiera sospechado. En cuanto a la venta, te doy razón en verdad por no buscarla expresamente; en realidad yo preferiría, si pudiera, no vender jamás... Este dormitorio es algo así como esa naturaleza muerta de las novelas parisienses de colchas amarillas, rosas, verdes, ¿te acuerdas? Pero creo que la factura es más viril y más simple. Nada de punteado, nada de vetas, nada, tintes planos pero que armonizan. No sé lo que emprenderé después, porque tengo la vista fatigada todavía. Y en estos momentos, precisamente después del trabajo duro y más que duro, siento también la cabeza vacía.
Y si quisiera dejarme llevar por esto, nada me sería más fácil que detestar lo que termino de hacer y darle de puntapiés como el padre Cézanne. En fin, ¿por qué darle de puntapiés? Dejemos los estudios tranquilos a menos que no les encontremos nada bueno o que les encontremos lo que se llama bueno de verdad, entonces ¡a fe mía!... tanto mejor. Es justamente el defecto de los holandeses, tildar una cosa de absolutamente buena y otra de absolutamente mala. No existe de ningún modo nada tan rígido como esto.
He leído también Césarine de Richepin; tiene cosas muy buenas; la marcha de los soldados en desbandada, cómo se siente su fatiga; ¿no marcharemos así también sin ser soldados algunas veces en la vida? La querella del hijo y del padre es muy desgarradora; pero es como La liga del mismo Richepin; creo que esto no deja ninguna esperanza, mientras que Guy de Maupassant, que ha escrito cosas de verdad tan tristes, al final hace acabar las cosas más humanamente. Monsieur Parent, incluso Pedro y Juan, que aunque no terminan con la felicidad, la gente se resigna y continúa igual. En una palabra, no termina con sangre ni con tantas atrocidades como esto, ¡vaya! Prefiero mucho más a Guy de Maupassant que a Richepin, porque es más consolador. Actualmente acabo de leer Eugenia Grandet de Balzac, la historia de un aldeano avaro.
He lecho instalar el gas en el taller y en la cocina, lo que me cuesta 25 francos de instalaciones. Si Gauguin y yo trabajamos una quincena todas las tardes, ¿no los recuperaremos? Solamente que como por otra parte Gauguin puede dejarse caer uno de estos días, aún necesitaré absolutamente unos 50 francos por lo menos. No estoy enfermo, pero sin la menor duda, llegaré a estarlo, si no tomo una fuerte alimentación y no dejo de pintar durante algunos días. En fin, vuelvo a verme reducido al caso de la locura de Hugue van der Goes en el cuadro de Emile Wauters. Y si no fuera porque tengo una naturaleza un poco dual, como la que resultaría de la unión de un monje y un pintor, viviría y eso desde hace ya tiempo, reducido enteramente al caso mencionado más arriba.
En fin, aun entonces no creo que mi locura sea la de persecución, ya que mis sentimientos en estado de exaltación desembocan más bien en las preocupaciones de la eternidad y de la vida eterna. Pero asimismo, es preciso que desconfíe de mis nervios, etcétera.
He aquí un croquis muy vago de mi última tela; una fila de cipreses verdes contra un cielo rosa, con un cuarto creciente limón pálido. En primer plano, un terreno yermo, arena y algunos cardos. Dos enamorados; el hombre, azul pálido y sombrero amarillo; la mujer, con un corpiño rosa y una falda negra. Esta, hace la cuarta tela del Jardín del poeta, que es la descoronación del cuarto de Gauguin. Me causa horror tener todavía que pedirte dinero, pero no puedo hacer nada y aun así sigo todavía abrumado. Sin embargo, creo que el trabajo que hago gastando un poco más, nos parecerá un día más barato que el anterior.
Gracias por tu carta y por el billete de 50 francos. Como ya sabrás por mi telegrama, Gauguin ha llegado bien de salud. Hasta me da la impresión de que se encuentra mejor que yo. Está muy contento, naturalmente, de la venta que has hecho; y yo igual, ya que así ciertos gastos todavía absolutamente necesarios para la instalación no tienen ni necesidad de esperar ni recaerán sobre su espalda solamente. Gauguin te escribirá hoy, con seguridad. Es muy interesante como hombre y tengo plena confianza de que con él haremos una porción de cosas. Probablemente, aquí producirá mucho y espero que yo también, quizás. Y entonces me atrevo a creer que para ti el fardo será un poco menos pesado, y hasta me animo a decir mucho menos pesado.
Yo siento, hasta el extremo de quedar moralmente aplastado y físicamente aniquilado, la necesidad de producir; precisamente porque en resumen no tengo otro medio de llegar a compensar nuestros gastos. Y no puedo hacer nada, ante el hecho de que mis cuadros no se vendan.
Llegará un día sin embargo, en que se verá que esto vale más que el precio que nos cuestan el color y mi vida, en verdad muy pobre. No tengo más deseo ni más preocupación en cuestión de dinero o de finanzas, que suprimir deudas. Pero, querido hermano, mi deuda es tan grande, que cuando la haya pagado, cosa que pienso llegar a hacer, el mal de producir cuadros me habrá robado la vida y me parecerá no haber vivido. Tal vez sólo ocurra que la producción de cuadros me resulte un poco más difícil; y en cuanto al número no siempre serán tantos.
Que esto no se venda ahora, me causa la misma angustia que tú sufres, pero para mí, en caso de que te molestara demasiado que no te entregase nada, vendría a ser lo mismo. Pero en finanzas me es suficiente saber esta verdad: que un hombre que vive 50 años y gasta dos mil por año, gasta cien mil francos y es necesario que aporte también cien mil. Hacer mil cuadros a cien francos, durante una vida de artista, es muy, muy duro, pero cuando el cuadro es a cien francos... y aún... nuestra tarea es a veces tan pesada. Pero esto sí que no se puede cambiar.
Probablemente dejaremos a Tasset, porque vamos, por lo menos en gran parte, a servirnos de colores más baratos, tanto Gauguin como yo. En cuanto a la tela, vamos a prepararla nosotros mismos. He tenido por un momento la sensación de que iba a caer enfermo; pero la llegada de Gauguin me ha distraído en tal forma que estoy seguro de que se me pasará. Es necesario que no descuide mi alimentación durante un tiempo y esto es todo y absolutamente todo.
22 de octubre.
Enfermo, ya te he dicho que no pensaba estarlo; pero habría enfermado si hubiese seguido gastando. Pues me inquietaba atrozmente la idea de que te obligaba a realizar un esfuerzo superior a tus fuerzas.
Por un lado sentía que no podía hacer nada mejor que continuar hasta el fin la empresa de convencer a Gauguin para que se viniera con nosotros; y por otra parte, como lo puedes saber por experiencia, cuando uno tiene que amueblar o instalarse, es más difícil de lo que se cree.
Ahora me animo a respirar por fin, ya que hemos tenido todos mucha suerte por la venta que has podido hacer para Gauguin. De una forma u otra los tres, él, tú y yo, podemos recapacitar un poco, para damos cuenta con calma de lo que acabamos de hacer. No tengas miedo de que vaya a preocuparme por el dinero. Habiendo llegado Gauguin, el objetivo está provisionalmente logrado. El y yo, combinando nuestros gastos, no alcanzaremos a gastar ni siquiera lo que me costaba a mí solo la vida aquí.
El, podrá incluso ahorrar dinero a medida que venda. Lo que le servirá dentro de un año, para instalarse en la Martinica, ya que sin esto no podría ahorrar.
Cada mes recibirás mi trabajo y un cuadro más de él. Y yo haré el mismo trabajo sin mortificarme tanto y sin hacer tantos gastos. Ya hace tiempo que me parecía que la combinación que terminamos de hacer era de buena política. La casa va bien y se está volviendo no sólo confortable sino también una casa de artista.
Así pues, no temas nada por mí y menos aún por ti.
Es verdad que he sentido una horrible inquietud por ti: porque si Gauguin no hubiera tenido las mismas ideas, yo habría ocasionado gastos bastante grandes para nada. Pero Gauguin es asombroso como hombre; no se apresura y esperará aquí muy tranquilamente y trabajando fuerte, el momento propicio para dar un inmenso paso adelante. Tenía tanta necesidad como yo de reposo. Con el dinero que acaba de ganar, habría podido pagarse igualmente el descanso en Bretaña; pero como están las cosas actualmente, él está seguro de poder esperar sin recaer en la deuda fatal. No gastaremos entre los dos más de 250 francos por mes. Y gastaremos mucho menos en color, ya que nosotros mismos lo vamos a hacer. Así que, por tu parte, no te preocupes para nada por nosotros y recobra el aliento también; que quizás te haga mucha falta.
Por mi parte, quisiera tan sólo decirte que no te pido más que seguir a un precio por mes muy común: 150 francos (y lo mismo para Gauguin). Lo que en todo caso reduce mi gasto personal. Mientras que sus cuadros seguramente aumentarán. Pues más adelante, si guardas mis cuadros para ti, sea en París, sea aquí, estaré mucho más contento de poder decir que prefieres guardar mi trabajo para nosotros que venderlo, que tener que mezclarme en la lucha por el dinero en este momento. De veras. Por otra parte, si lo que hago es bueno, entonces no perderemos nada en lo que se refiere a dinero; porque igual que el vino guardado en la bodega, será normal que alcance una valoración. Además, está claro que si me esfuerzo en hacer esa pintura, aun desde el punto de vista del dinero será preferible que esté sobre mi tela que en los tubos.
Para terminar esto, me atrevo a esperar que dentro de 6 meses Gauguin, tú y yo veremos que hemos fundado un pequeño taller que perdurará y permanecerá como una estación necesaria o por lo menos útil para todos aquellos que quieran venirse al Sur. Un fuerte apretón de manos.
Noviembre de 1888.
Además, tengo en fin una Arlesiana; una figura (tela de 30) esbozada en una hora; fondo limón pálido, la cara gris, el vestido negro, negro negro, de azul de Prusia completamente crudo. Se apoya sobre una mesa verde y está sentada en un sillón de madera anaranjada...
Gauguin, aunque aquí trabaje mucho, siente siempre nostalgia de los países cálidos. Y de ahí que cuando se vaya a Java por ejemplo con la preocupación de hacer color, verá una porción de cosas nuevas.
Luego, en esos países más luminosos, bajo el sol más fuerte, la sombra proyectada por los objetos y las figuras, se vuelve distinta y está coloreada de tal modo que uno está tentado de suprimirla, sencillamente. Esto sucede ya aquí... Creo que te gustará la caída de hojas que he hecho.
Son los troncos de álamos lilas, cortados por el marco allá donde comienzan las hojas. Estos troncos de árboles como pilares bordean una avenida donde están, a derecha e izquierda, alineadas viejas tumbas romanas de un lila azul. Luego, el suelo esta cubierto por una capa espesa de hojas anaranjadas y amarillas caídas parecida a un tapiz. Como los copos de la nieve que sigue cayendo. Y en la avenida figuras menudas de enamorados en negro. La parte superior del cuadro es una pradera muy verde y nada de cielo o casi nada.
La segunda tela es la misma avenida, pero con un viejo buen hombre y una mujer gorda y redonda como una bola. ¡Pero si el domingo hubieras estado con nosotros!... Hemos visto una viña roja, toda roja como el vino rojo. En la lejanía se volvía amarilla y después un cielo verde con un sol, terrenos, después de la lluvia, violetas y centelleantes de amarillo por aquí y por allá, donde se reflejaba el sol poniente.
Mi querido Théo:
No me molesta tratar de trabajar con la imaginación, pues así puedo quedarme en casa. Trabajar al calor de una estufa no me incomoda; porque el frío me sienta mal, como ya sabes. He fracasado solamente en esa cosa que he hecho del jardín en Nuenen y veo que para los trabajos de imaginación también hace falta el hábito. Pero he hecho los retratos de toda una familia; la del cartero del cual ya había hecho anteriormente la cabeza -el hombre, la mujer, el niño, el muchacho y el hijo de 16 años -; todos de tipo muy francés, aunque tengan cara de rusos. Telas de 15. Tú sabes que me siento en mi elemento y que esto me consuela hasta cierto punto de no ser médico. Espero insistir y poder obtener poses más serias pagaderas en retratos. Y si llego a hacer todavía mejor a toda esta familia, al menos habré conseguido algo a mi gusto personal. Actualmente estoy en pleno lío de estudios, estudios, estudios, y esto durará aún - un desorden tal me aflige mucho pero servirá para disponer de recursos a los 40 años.
De cuando en cuando una tela que resulta cuadro, tal como el sembrador en cuestión, que yo también considero mejor que el primero. Si podemos conservar la casa significará un día de victoria para nosotros, aunque no sea junto a la gente mencionada.
Habría que pensar un poco en este proverbio: júbilo en la calle, dolor en la casa. ¡Qué quieres!... Suponiendo que tengamos todavía una batalla que librar, entonces habría que tratar de madurar tranquilamente.
Tú me has dicho siempre que busque la calidad antes que la cantidad.
Según esto, nada nos impide tener muchos estudios que cuenten como tales y no vender por consiguiente una porción de cosas. Y si tarde o temprano estamos obligados a vender, entonces venderemos un poco más caro cosas que se pueden sostener desde el punto de vista de la búsqueda seria.
Creo que a pesar de mí, no se me quitan las ganas de enviarte algunas telas dentro de poco, digamos un mes. Digo a pesar de mí, porque estoy convencido de que las telas ganan secándose bien aquí, en el Sur, hasta que la pasta se endurezca a fondo, lo que lleva largo tiempo, es decir, un año. Abstenerme de enviártelas tal vez sea lo mejor. Porque nosotros no tenemos necesidad en este momento de mostrarlas: lo tengo muy sabido. Gauguin trabaja mucho; me gusta sobre todo una naturaleza muerta con fondo y primer plano amarillos; tiene en preparación un retrato mío que no cuento entre sus intentos fallidos; actualmente hace paisajes y finalmente tiene una tela muy buena de lavandera, buenísima por lo que me parece. He hecho un bosquejo de burdel y proyecto hacerlo cuadro.
He terminado también una tela de una viña toda púrpura y amarilla con menudas figuras azules violetas y un sol amarillo. Creo que podrás poner esta tela al lado de los paisajes de Monticelli.
Voy acostumbrándome a trabajar de memoria y las telas de memoria son siempre menos desmañadas y tienen un aire más artístico que los estudios del natural, sobre todo cuando se trabaja con tiempo de mistral.
No creo haberte dicho todavía que Rilliet ha partido para Africa. Tiene un estudio mío por el trabajo que se ha tomado para llevar las telas a París y Gauguin le ha dado un pequeño dibujo a cambio de una edición ilustrada de Mme. Chrysanthème. Yo no he recibido todavía los canjes de Pont-Aven, pero Gauguin me asegura que las telas estaban hechas.
Aquí hace un tiempo de viento y de lluvia y estoy muy contento de no estar solo; los días malos trabajo de memoria y si estuviera solo no funcionaría.
Gauguin también ha terminado casi su Café nocturno. Es muy interesante como amigo; tengo que decirte que sabe cocinar perfectamente; creo que aprenderé de él. Nos arreglaremos para hacer los marcos con simples varillas claveteadas sobre el bastidor y pintadas, cosa que ya he empezado. ¿Sabes que Gauguin es un poco el inventor del marco blanco? Pero el marco de 4 varillas claveteadas sobre el bastidor, cuesta 5 centavos y vamos a perfeccionarlo, sin duda. Queda muy bien, porque este marco no resalta y hace juego con la tela.
He trabajado en dos telas. Un recuerdo de nuestro jardín en Etten con coles, cipreses, dalias y figuras; también, una Lectora de novelas en una biblioteca como la Lecture Française, una mujer toda en verde. Gauguin me da valor para imaginar y las cosas de la imaginación adquieren sin duda un carácter más misterioso. No perderás nada si confías en mi trabajo y dejaremos tranquilamente que nuestros queridos camaradas desprecien a los actuales. Felizmente para mí, sé bien lo que quiero y soy absolutamente indiferente hacia la crítica de trabajar apresuradamente en el fondo. En respuesta, he producido estos días todavía más a prisa.
Gauguin me decía el otro día que había visto de Claude Monet, un cuadro de girasoles; es un gran jarrón japonés, muy bello; pero le agradan más los míos. No soy de ese parecer - no creo que me esté debilitando.
Lamento como siempre, bien conoces esto, la escasez de modelos, las mil contrariedades para vencer esta dificultad. Si yo fuera un hombre distinto y si fuera más rico, podría forzar esto; actualmente no cedo y cayo sordamente. Si a los cuarenta años hago un cuadro de figuras similares a las flores de que hablaba Gauguin, tendré una posición de artista al nivel de cualquiera. Así pues, perseverancia.
Entretanto puedo decirte ahora que los dos últimos estudios son bastante graciosos. Telas de 30; una silla de madera y paja toda amarilla, sobre ladrillos rojos, contra una pared (de día).
Después, el sillón de Gauguin rojo y verde; efecto de noche, pared y piso rojo y verde también; sobre el asiento dos novelas y una vela. Sobre tela rala y con empaste espeso.
Mi querido Théo.
Gauguin y yo estuvimos ayer en Montpellier para ver el Museo y sobre todo la sala Brias. Hay allí muchos retratos de Brias por Delacroix, por Ricard, por Coubert, por Cabanel, por Couture, por Verdier, por Tassaert y otros. Además, hay cuadros muy hermosos de Delacroix, Courbet, Giotto, Paul Potter, Botticelli y Th. Rousseau.
Brias era un benefactor de artistas; no te diré más que esto. En el retrato de Delacroix, hay un señor de barba y cabellos rojos que tiene algo de parecido contigo o conmigo y que me ha hecho pensar en esta poesía de Musset .... :
«partout oú j'ai touché la terre
un malheureux vétu de noir,
auprés de nous venait s' asseoir
qui nous regardait comme un frére».
Esto te hará el mismo efecto; estoy seguro. Te rogaría encarecidamente que fueras a ver esa librería en donde se venden las litografías de artistas antiguos y modernos, a ver si puedes conseguir sin gastos considerables la litografía sacada de Delacroix:
El Tasso en la cárcel de locos; ya que me pareció que esta figura debe tener conexiones con este hermoso retrato de Brias. Hay además de Delacroix, un estudio de Mulata (que Gauguin ha copiado hace tiempo), las Odaliscas, Daniel en el foso de los leones; de Courbet: lº las Muchachas del pueblo, magnífico; una mujer vista de espaldas y otra tumbada en un paisaje; 2º la Hilandera (soberbio) y todavía muchos otros Courbet. En fin, tú debes saber que esta colección existe o bien conocerás personas que la han visto y por consiguiente están en condiciones de hablar.
No insisto, pues, en el museo (salvo sobre los dibujos y bronces Barye). Gauguin y yo hablamos mucho de Delacroix, Rembrandt, etcétera.
La discusión es una electricidad excesiva, salimos a veces con la cabeza fatigada como una batería eléctrica después de la descarga. Hemos estado en plena Magia, porque como dice tan bien Fromentin Rembrandt es sobre todo mago... Tú conoces el extraño y soberbio retrato de hombre por Rembrandt, en la galería de Lacaze; le he dicho a Gauguin que yo veía allí cierto rasgo de familia o de raza con Delacroix o con Gauguin. Yo no sé por qué llamo siempre a ese retrato el Viajero o El hombre que viene de lejos. Esto es una idea equivalente y paralela a lo que te he dicho ya a ti mismo, que mires siempre el retrato de Six viejo, el hermoso retrato del guante, para tu porvenir, y el aguafuerte de Rembrandt, Six leyendo junto a la ventana bajo un rayo de sol, para tu pasado y tu presente. Ya ves cómo estamos. Gauguin me decía esta mañana, cuando le preguntaba cómo estaba: «que se sentía volver a su naturaleza antigua», lo que me ha causado mucho placer. El invierno pasado cuando llegué aquí con fatiga y casi desvanecido cerebralmente, antes de poder comenzar a recuperarme, sufrí también un poco interiormente.
Cómo desearía que un día vieras este museo de Montpellier; hay cosas muy bellas.
Dile esto a Degas; que Gauguin y yo estuvimos viendo el retrato de Brias por Delacroix en Montpellier; porque es preciso creer firmemente que lo que es, es y el retrato de Brias por Delacroix se nos parece a ti y a mí como un nuevo hermano.
23 de diciembre de 1888.
Te agradezco mucho tu carta, tu billete de 100 francos incluido e igualmente tu giro de 50 francos. Creo que Gauguin está un poco decepcionado de la buena ciudad de Arlés, de la casita amarilla donde trabajamos y sobre todo de mí.
Efectivamente, preveo para él, tanto como para mí, dificultades graves que aún hay que superar. Pero esas dificultades están más bien dentro de nosotros que en cualquier otra parte. Resumiendo: creo que o bien se decidirá a marcharse o bien se decidirá a quedarse.
1º de Enero de 1889.
Mi querido hermano:
Espero que Gauguin te haya tranquilizado completamente y también en lo que respecta a los asuntos de la pintura. Espero recomenzar muy pronto el trabajo. La criada y mi amigo Roulin se habían encargado de la casa y habían puesto todo en orden. Cuando salga, podré volver a ir andando por aquí y muy pronto llegará el buen tiempo y recomenzaré los vergeles en flor. Estoy, mi querido hermano, muy afligido por tu viaje; hubiera deseado evitarte esto, porque en suma no me ha pasado nada malo y no había por qué molestarte.
No sabría decirte cuánto me regocija que hayas hecho la paz y más aún con los Bonger. Dile esto de mi parte a André y salúdalo muy cordialmente. Como me habría gustado que hubieses visto Arlés con buen tiempo; ahora lo has visto en negro.
Valor entretanto; envía las cartas directamente a mi domicilio, Lamartine 2. Yo le enviaré a Gauguin sus cuadros que quedaron en la casa, tan pronto como lo desee.
Le debemos los gastos que ha hecho por los muebles. Un apretón de manos: tengo que volver al hospital, pero dentro de poco saldré del todo.
Tuyo, Vincent.
Escribe también una palabra a nuestra madre de mi parte; que nadie se inquiete.
Mi querido amigo Gauguin:
Aprovecho mi primera salida del hospital, para escribirte dos palabras de amistad muy sincera y profunda. He pensado mucho en ti en el hospital, y hasta en plena fiebre y relativa debilidad.
Dime, el viaje de mi hermano Théo, ¿era pues tan necesario, amigo mío? Ahora, al menos, tranquilízalo completamente y también a ti te ruego que tengas confianza de que no existe ningún mal en éste, el mejor de los mundos, donde todo marcha de la mejor manera.
Además, deseo que digas muchas cosas de mi parte al bueno de Schuffenecker; que te abstengas hasta más madura reflexión por ambas partes, de hablar mal de nuestra pobre casita amarilla; que saludes de mi parte a los pintores que veas en París.
Te deseo prosperidad en París, con un buen apretón de manos.
Todo tuyo,
Vincent.
Roulin ha sido verdaderamente bueno conmigo; fue él quien tuvo presencia de ánimo para hacerme salir de allí, antes de que los demás se dieran cuenta. Contéstale, por favor.
2 de enero de 1889.
Mi querido Théo:
Para tranquilizarte completamente a mi respecto, te escribo estas breves frases en el gabinete del señor Rey, el interno, a quien ya conoces. Me quedaré todavía algunos días aquí, en el hospital; después, espero volver muy tranquilamente a mi casa.
Ahora te ruego una sola cosa, que no te inquietes; porque entonces me provocarías una inquietud más.
Hablemos ahora de nuestro amigo Gauguin: ¿lo he asustado? En fin ¿por qué no da señales de vida? Debe haberse ido contigo. El tenía por otra parte necesidad de volver a ver París y en París se sentiría más a gusto que aquí. Dile a Gauguin que me escriba y que pienso siempre en él. Un buen apretón de manos; he releído tu carta, en lo concerniente a tu encuentro con los Bonger. Está bien. En cuanto a mí, estoy contento de seguir tal como soy.
Todavía una vez más, un buen apretón de manos para ti y Gauguin.
Todo tuyo.
Vincent.
Escribe siempre a la misma dirección: plaza Lamartine, 2.
Mi querido Théo:
Quizás no te escribiré hoy una carta muy larga; pero en todo caso, sí una nota para hacerte saber que he vuelto a mi casa.
Cuánto lamento que te hayas molestado por tan poca cosa; perdónamelo, ya que al fin soy probablemente la causa principal.
Yo no preví que esto tuviera las consecuencias que ya te comentaré. Basta. El Sr. Rey ha venido a ver la pintura con dos de sus amigos médicos; y ellos comprenden en seguida, a grosso modo por lo menos, lo que son los complementarios. Ahora espero hacer el retrato del Sr. Rey y posiblemente otros retratos, tan pronto vuelva a adaptarme un poco a la pintura.
Gracias por tu última carta; de veras que te tengo siempre presente; pero has de saber también que trabajo en lo mismo que tú. ¡Ah!... cómo desearía que hubieses visto el retrato de Brias por Delacroix, y todo el museo de Montpellier, donde me llevó Gauguin. Cómo se ha trabajado ya en el Sur, antes de nosotros; la verdad es que me cuesta bastante creer que nos hayamos desviado tanto. Por lo que se refiere a la región cálida, ¡a fe mía!... involuntariamente pienso en cierta región de que habla Voltaire y aun sin contar los simples castillos en el aire. Estos son los pensamientos que me surgen, al volver a mi casa.
Estoy muy deseoso de saber cómo se encuentran los Bonger y si las relaciones con ellos se mantienen como espero.
Si te parece bien -ido Gauguin - restableceremos el mes a 150 francos; creo que veré todavía aquí días más calmos que los del año pasado. De lo que tendré gran necesidad para mi instrucción es de todas las reproducciones de los cuadros de Delacroix, que se pueden aún conseguir en esta casa donde venden a 1 franco, creo, las litografías de artistas antiguos y modernos, etc. No quiero las más caras, decididamente. ¿Cómo están nuestros amigos holandeses de Haan e Isaacson? Salúdalos de mi parte.
Creo solamente que debemos mantenemos tranquilos en relación a mi pintura. Si tú lo quieres, claro, puedo ya enviarte, pero cuando la calma me vuelva espero hacer algo distinto. Sin embargo, para los Independientes haz como te parezca y como hagan los otros.
Pero no tienes idea de cuánto lamento que no hayas hecho todavía tu viaje a Holanda. En fin, ya no podemos cambiar los hechos; pero adelántate por la correspondencia o como puedas hasta donde te sea posible; y diles a los B. cuanto me duele haberles quizás causado un retraso, involuntariamente. Escribo a nuestra madre y a Wil, en estos días; también he de escribir a Jet Mauve.
Escríbeme pronto y queda completamente tranquilo en cuanto a mi salud; me curará del todo saber que te va bien ¿Qué hace Gauguin? Como está con su familia en el norte, y ha sido invitado a exponer en Bélgica y tiene actualmente éxito en París, quiero creer que ha encontrado su camino.
Un buen apretón de manos; me siento regularmente feliz de que esto sea una cosa pasada. Una vez más, un fuerte apretón de manos.
9 de enero de 1889.
Físicamente estoy bien; la herida se cierra muy bien y la gran pérdida de sangre se equilibra, ya quecomo y digiero a satisfacción. Lo más temible sería el insomnio, y el médico no me ha hablado ni yo tampoco a él todavía. Pero yo mismo lo combato. Combato este insomnio con una dosis muy fuerte de alcanfor en mi almohada y mi colchón; y si alguna vez no durmieras, te lo recomiendo. Temía mucho dormir solo en la casa y he tenido miedo de no poder hacerlo.
Pero esto ya ha desaparecido y me atrevo a creer que no reaparecerá. El sufrimiento por este lado, en el hospital, ha sido atroz y, sin embargo, aun en los estados de mayor debilidad puedo decirte, como curiosidad, que he seguido pensando en Degas. Gauguin y yo habíamos hablado antes de Degas y yo había hecho notar a Gauguin que Degas había dicho esto: «Me reservo para las arlesianas».
Luego, tú que sabes cuán sutil es Degas, cuando vuelvas a París dile que le confieso que hasta ahora he sido incapaz de pintar a las mujeres de Arlés y que no debe creer a Gauguin si éste le habla bien de mi trabajo, que sólo ha seguido un curso enfermizo.
Según esto, si me rehago, debo recomenzar y no podré alcanzar de nuevo esas cumbres a donde la enfermedad me ha imperfectamente arrastrado.
17 de enero de 1889.
Mi querido Théo:
Gracias por tu buena carta, lo mismo que por el billete de 50 francos que contenía. Responder a todas tus preguntas ¿Podrías hacerlo tú en este momento? Yo no me siento capaz. Claro que me gustaría, después de reflexionar, encontrar una solución; pero es preciso que relea todavía la carta, etcétera. Pero antes de discutir lo que gastaría o no gastaría durante todo un año, nos convendría ver un poco nada más que el mes actual. En todo caso, esto ha sido realmente lamentable y en verdad me tendría por muy feliz si dedicaras seriamente tu atención a lo que eso es y ha sido durante tanto tiempo.
Pero ¿qué quieres?, desgraciadamente todo anda complicado de varios modos; mis cuadros no tienen valor pero me cuestan, es cierto, gastos extraordinarios, quizás a veces hasta en sangre y cerebro. No insisto y ¿qué quieres que te diga? Volvamos siempre al mes actual y no hablemos más que de dinero. El 23 de diciembre había todavía en caja un luis y 3 centavos. Ese mismo día recibí de ti el billete de 100 francos.
Estos son los gastos:
Dado a Roulin para pagar a la criada su mes de diciembre 20 francos; así como la primera quincena de enero 10 francos = 30 fr.
Pagado en el hospital. 21 fr.
Pagado a los enfermeros que me habían curado. 10 fr.
Al volver aquí pagué una mesa, un calentador de gas, etc., que me habían prestado y que entonces tomé a crédito. 20 fr.
Pagado por la limpieza de toda la ropa de cama y la ropa ensangrentada 12 fr. 50
Varias compras como una docena de pinceles, un sombrero, etc, etc., pongamos. 10 fr.
103 fr. 50
Hemos llegado ya, así, al día o al otro día de mi salida del hospital, con un desembolso forzoso de mi parte de 103 fr. 50, a lo que hay que agregar todavía que, entonces, en el primer día, estuve comiendo con Roulin en el restaurante, alegremente, tranquilizado y no temiendo más una nueva angustia.
En fin, el resultado de todo esto fue que hacia el 8 estaba arruinado. Pero al cabo de uno o dos días pedí prestados 5 francos. Estábamos apenas a 10. Esperaba hacia el 10 una carta tuya; y luego, como esta carta no llegó hasta hoy 17 de enero, el intervalo ha sido un ayuno de los más rigurosos y tanto más doloroso porque mi restablecimiento no podía hacerse en estas condiciones. No obstante, he vuelto al trabajo y tengo hechos ya tres estudios en el taller; además del retrato del señor Rey que le ofrecí como recuerdo. Así que, de momento, no me pasa nada grave, como no sea un poco más de sufrimiento y de relativa angustia. Y conservo muy buena esperanza. Pero me siento débil y un poco inquieto y temeroso. Espero que pase cuando recupere mis fuerzas. Rey me ha dicho que debía ser muy impresionable para haber tenido lo que tuve cuando la crisis y que actualmente yo sólo estaba anémico, pero que realmente debía alimentarme. Pero yo me he tomado la libertad de decir al señor Rey que si actualmente lo más importante para mí era recobrar mis fuerzas, y que por una gran casualidad o malentendido justamente me había sido necesario guardar un ayuno riguroso de una semana, si en parecidas circunstancias él habría visto muchos locos regularmente ya tranquilos y capaces de trabajar; y si no, que se dignara recordar entonces, cuando la ocasión llegara que yo no estoy loco todavía. Ahora, con todos estos pagos, considerando que toda la casa estaba convulsionada por esta aventura y todas mis ropas manchadas, ¿hay en estos gastos algo indebido, extravagante o exagerado? Si en seguida que volví pagué lo que era debido a gentes casi tan pobres como yo mismo, ¿hay error de mi parte o he podido economizar algo más?
Ahora, hoy 17, recibo al fin 50 francos. Con respecto a esto, pago primero los 5 francos pedidos al dueño del café, más 10 consumiciones tomadas durante esta última semana a crédito, lo que hace 7 fr. 50
Debo pagar todavía ropa blanca traída del hospital y además de esta semana pasada, y reparaciones de zapatos y de un pantalón; todo junto, algo así como 5 fr.
Madera y carbón a pagar todavía de diciembre y lo que hay que comprar aún, no menos de 4 fr.
Criada; segunda quincena de enero 10 fr. 26 fr. 50
Neto, me quedará mañana por la mañana cuando haya pagado ese total. 23 fr. 50
Estamos a 17; faltan trece días para fin de mes. Pregunto cuánto podré gastar por día. Hay que agregar luego, que has enviado 30 francos a Roulin, de los cuales ha pagado los 21 fr. 50 del alquiler de diciembre.
He aquí, mi querido hermano, la cuenta del mes actual. Y sin acabar. Llegamos ahora a los gastos que te han sido ocasionados por un telegrama de Gauguin, que ya le reproché muy formalmente que te mandara. Los gastos hechos así, al margen, son inferiores a 200 francos. El mismo Gauguin, ¿pretende que ha hecho allá maniobras magistrales? Escucha: no insisto más sobre lo absurdo de esta diligencia; supongamos que yo estuviera todo lo extraviado que quieran ¿por qué entonces el ilustre compañero no estuvo más atento? No insistiré más sobre este punto.
Yo no sabré agradecerte bastante por haber pagado a Gauguin de modo que él no pueda quejarse de las relaciones que ha tenido con nosotros. Por desgracia éste es otro gasto quizá más fuerte que de costumbre; pero en fin, me permite una esperanza.
¿No debe él o por lo menos no debía comenzar por ver que nosotros no éramos sus explotadores, sino que, por el contrario, hemos tratado de salvaguardarle la existencia, la posibilidad de trabajo y... y ... la honradez? Si esto está por debajo de sus grandiosos proyectos de asociaciones de artistas que ha propuesto y a los cuales se adhiere siempre en la forma que sabes; si esto está por debajo de sus otros castillos en el aire, ¿por qué no considerarlo entonces como irresponsable de los dolores y estragos que inconscientemente, tanto a ti como a mí ha podido causarnos en su ceguera? Si actualmente esta tesis te pareciera demasiado atrevida, no insisto; pero esperemos. El ha tenido antecedentes en lo que él llama «la banca de París», y se cree ducho en eso. Quizás en ese aspecto, a ti y a mí eso apenas nos interese.
De igual modo, esto contradice totalmente ciertos párrafos de nuestra correspondencia anterior. Si Gauguin fuera a París para que lo revisaran un poco o lo estudiara un médico especialista, te juro... no sé muy bien qué resultaría. Yo le he visto hacer en diversas ocasiones, cosas que tú o yo no nos permitiríamos, porque tenemos conciencias más sensatas; he oído dos tres cosas que se decían de él, del mismo tenor; pero yo que lo he visto de muy, pero de muy cerca, lo creo arrastrado por la imaginación, por el orgullo quizás, pero bastante irresponsable. Esta conclusión no se opone a que convenga escucharlo en cualquier circunstancia. Pero en el caso del arreglo de su cuenta, veo que has procedido con una conciencia superior y pienso que no tenemos que temer en lo más mínimo que él pueda contagiamos de los errores de la «banca de París».
Pero él ... ¡a fe mía!... que haga todo lo que quiera, que tenga sus independencias, sus opiniones y que siga su camino desde el momento que le parece que lo conoce mejor que nosotros.
Encuentro muy extraño que me reclame un cuadro de girasoles ofreciéndome a cambio, supongo, o como regalo, algunos estudios que ha dejado aquí. Le enviaré de vuelta sus estudios; que probablemente tendrán para él utilidades que no tendrían de ningún modo para mí. Pero, por el momento, guardo mis telas aquí y categóricamente guardo para mí los girasoles en cuestión.
El ya tiene dos; que se dé por satisfecho. Y si no le gusta el cambio que hicimos, entonces puede recuperar su pequeña tela de la Martinica y su retrato, el que me mandó desde Bretaña, devolviéndome por su parte mi retrato y mis dos telas de girasoles que ha tomado en París. Así pues, que no saque a relucir más este tema: lo que digo está bastante claro.
¿Cómo puede pretender Gauguin que teme molestarme con su presencia, cuando difícilmente podría negar que ha sabido que siempre preguntaba por él y que se le ha dicho y redicho que yo insistía en verlo inmediatamente? Precisamente para decirle que mantuviera esto entre nosotros, sin molestarte a ti. No ha querido escuchar.
Me fatiga reconsiderar todo esto y calcular y volver a calcular cosas de este género. He tratado de mostrarte en esta carta la diferencia que existe entre mis gastos propiamente dichos y aquellos de los cuales soy menos responsable. Me ha sabido muy mal que en este momento preciso tengas tales gastos que no han de beneficiar a nadie. ¿Cuál será la consecuencia a medida que recupere mis fuerzas si mi posición se puede sostener? Temo mucho un cambio o una mudanza justamente a causa de nuevos gastos. Llevo ya mucho tiempo incapaz de recobrar el aliento. No abandono el trabajo porque avanza por momentos y creo que, con paciencia, llegaré al resultado de poder cubrir con los cuadros hechos los gastos anteriores. Roulin se marcha dentro de poco, el 21 lo trasladan a Marsella; el aumento de sueldo es mínimo, se ve obligado a dejar por algún tiempo a su mujer y a los niños que no podrán seguirlo sino mucho más tarde, a causa de que los gastos de toda una familia serían mucho más pesados en Marsella.
Es un adelanto para él: pero es un consuelo muy, muy escaso el que da el gobierno a un empleado después de tantos años de trabajo. Y en el fondo creo que tanto él como su mujer se quedan muy, muy apenados. Roulin me ha acompañado frecuentemente, durante esta última semana. Estoy totalmente de acuerdo contigo acerca de que no debemos mezclamos en las cuestiones de los médicos, que no nos conciernen en lo absoluto. Precisamente como le decías al señor Rey en una carta que le escribiste, que podías presentarlo en París, he creído comprender que, en lo referente a Rivet, no pensé hacer nada comprometedor diciéndole al señor Rey que si se iba a París me haría un gran favor llevándole un cuadro al señor Rivet, en recuerdo mío.
Naturalmente, no le he hablado de nada más; pero lo que le he dicho es que siempre lamentaría no ser médico, y que aquéllos que creen que la pintura es bella, harían bien en no ver en ella más que un estudio de la naturaleza. También sigue siendo una lástima que Gauguin y yo hayamos abandonado demasiado pronto la discusión que habíamos entablado sobre Rembrandt y la luz. De Haan e Isaacson ¿están todavía allí?; que no se desanimen. Después de mi enfermedad he tenido lógicamente la vista muy sensible. He observado al sepulturero de Haan ya que tuvo la atención de enviarme la fotografía. Y bien, me parece que el verdadero espíritu de Rembrandt asoma en ese rostro que parece iluminado por el reflejo de una luz surgida de la tumba abierta delante de la cual permanece como sonámbulo el sepulturero. Esta es una construcción muy sutil. Yo no trabajo con carbón; y él, de Haan, ha elegido como medio de expresión justamente el carbón, que es además una materia incolora. Me gustaría mucho que de Haan viera un estudio mío de un candelabro encendido y dos novelas (una amarilla y la otra rosa) puestas sobre un sillón vacío (precisamente el sillón de Gauguin) tela de 30; en rojo y verde. Acabo de trabajar incluso hoy en uno que le hace Pego: mi silla vacía; una silla de madera blanca, con una pipa y una petaca de tabaco. En los dos estudios, así como en los otros, he buscado un efecto de luz con el color claro; de Haan comprenderá probablemente lo que busco, si le lees lo que te he escrito al respecto.
Por muy larga que sea esta carta, en la cual he tratado de analizar el mes y en la que me quejo un poco del extraño fenómeno de que Gauguin haya preferido no volverme a hablar eclipsándose por completo, me falta agregar algunas palabras de apreciación.
Lo que tiene de bueno es que sabe dirigir maravillosamente el gasto de cada día. Entonces, en tanto yo estoy a menudo ausente, preocupado por llegar a buen fin, él puede más que yo para mantener el equilibrio del dinero en el mismo día. Pero su debilidad consiste en que con una coz y una huida de bestia trastorna todo lo que compuso. Luego, ¿hay que resistir en un sitio después de conquistarlo o hay que desertar? No juzgo a las personas por su interior, esperando no ser condenado yo mismo en caso de que las fuerzas me faltaran; pero si Gauguin tiene tanta virtud real y tanta capacidad de beneficencia, ¿cómo las va a emplear? Yo ya renuncio a seguir sus actos y me detengo silenciosamente; con un punto de interrogación, sin embargo.
El y yo, de vez en cuando, hemos vivido cambiando ideas sobre el arte francés, sobre el impresionismo... Me parece ahora imposible, o por lo menos bastante improbable, que el impresionismo se organice y se calme. ¿Por qué no ocurrirá lo que sucedió en Inglaterra cuando los Prerrafaelistas? La sociedad se ha disuelto.
Me tomo quizás todas estas cosas demasiado a pecho y siento tal vez demasiada tristeza. ¿Habrá leído alguna vez Gauguin Tartarín en los Alpes y recordará al ilustre camarada tarasconés de Tartarín, que tenía tanta imaginación que había concebido de pronto toda una Suiza imaginaria? ¿Se acuerda del nudo en una cuerda encontrada en lo alto de los Alpes, después de la caída? Y tú, que deseas saber cómo han sucedido las cosas, ¿has leído ya el Tartarín por completo? Esto te enseñará a reconocer a Gauguin. Te aconsejo muy en serio que releas este pasaje en el libro de Daudet. ¿Llegaste a ver el estudio que pinté de la diligencia de Tarascón; aquélla que como sabes se menciona en Tartarín cazador de leones? Y después, recuerdas a Borripard en Numa Roumestan y su feliz imaginación? Eso es lo que es, aunque de otro género, Gauguin; tiene una hermosa, franca y absolutamente completa imaginación del Mediodía; con esta imaginación se va a trabajar al norte, ¡a fe mía!... ¡se verán quizás mas farsas, todavía! Y ahora disecando, con todo atrevimiento, nada nos impide ver en él al tigrecito bonaparte del impresionismo, en tanto que.... no sé bien cómo decir esto, su eclipse de Arlés, sea comparable o paralelo a la vuelta de Egipto del pequeño cabo que como el nuestro se volvió después a París, siempre abandonaba los ejércitos en el desastre. Felizmente Gauguin, yo y otros pintores, no andamos armados todavía de ametralladoras y otras nocivas máquinas de guerra. Por mi parte yo estoy muy decidido a no tener más armas que mi pincel y mi pluma.
Con gran alharaca, sin embargo, me ha reclamado Gauguin en su última carta «sus caretas y guantes de guerra», guardados en el cuartito de mi casita amarilla. Voy a mandarle en seguida por paquete postal todas esas niñerías. Probablemente jamás se servirá de cosas más serias. El es físicamente más fuerte que nosotros; sus pasiones también deben ser mucho más fuertes que las nuestras. Además es padre de unos niños; tiene a su mujer y a sus hijos en Dinamarca y quiere simultáneamente irse al otro extremo del globo, a la Martinica. Es horrible toda la oposición de deseos y necesidades incompatibles que esto le debe ocasionar.
Yo me habría atrevido a asegurarle que si permanecía tranquilo con nosotros, trabajando aquí en Arlés, sin perder dinero y ganándolo, ya que tú te ocupabas de sus cuadros, es seguro que su mujer le hubiera escrito aprobando su tranquilidad. Hay más aún, resulta que andaba sufriendo y gravemente enfermo y se trataba de encontrar el mal y el remedio. Luego aquí, sus dolores se terminaron. Ya basta por hoy. ¿Tienes la dirección de Laval, el amigo de Gauguin? Puedes decirle a Laval que me asombra mucho que su amigo Gauguin no haya llevado para entregárselo un retrato mío que le destinaba. Ahora te lo enviaré a ti y podrás hacérselo llegar. Tengo también otro nuevo para ti. Gracias una vez más por tu carta; te ruego que trates de pensar en que sería realmente imposible vivir 13 días con los 23 fr. 50 que van a quedarme; con 20 francos que tú me enviaras la próxima semana, ya trataría que alcanzaran.
Un apretón de manos: releeré tu carta y te escribiré bien pronto sobre las otras cuestiones.
23 de enero de 1889.
Ayer se fue Roulin (naturalmente mi encargo salió antes de la llegada de tu carta de esta mañana). Era impresionante verlo con sus niños este último día, sobre todo con la más pequeña, cuando la hacía reír y saltar sobre sus rodillas y le cantaba. Su voz tenía un timbre extrañamente puro y emocionado, que a mí me sonaba como un dulce y lastimero cantar de cuna pero a la vez como un lejano resonar del clarín de la Francia de la Revolución. Sin embargo no era triste. Al contrario, se había puesto el uniforme nuevo que había recibido ese mismo día y todo el mundo le felicitaba...
Acabo de terminar una nueva tela, que tiene un aspecto casi elegante: una cesta de mimbre con limones y naranjas -una rama de ciprés y un par de guantes azules; tú ya has visto estas cestas mías de frutas...
Luego, para entrar suficientemente en calor, para fundir estos oros y estos tonos de llores -un principiante no podría; es preciso la energía y la atención de un individuo, por completo.
Cuando después de mi enfermedad revisé mis telas, la que me pareció mejor fue la del dormitorio... Tengo en preparación el retrato de la mujer de Roulin, en el que trabajaba antes de caer enfermo. Había ordenado dentro los rojos, desde el rosa hasta el anaranjado, el cual subía en el amarillo hasta el limón, con los verdes claros y oscuros. Me alegraría muchísimo poder terminarlo, pero me temo que ella no querrá posar mientras siga ausente su marido.
Supongo que comprendes lo terrible de la partida de Gauguin, precisamente porque esto nos derrumba los esfuerzos que hicimos para amueblar la casa donde se alojarían los amigos en los malos días. Bastará que guardemos los muebles, etcétera. Y aunque hoy todo el mundo tenga miedo de mí, con el tiempo eso puede desaparecer. ¡Bueno!... sigue ese camino.
Durante mi enfermedad he vuelto a ver cada cuarto de la casa en Zundert, cada sendero, cada planta en el jardín, los alrededores de los campos, los vecinos, el cementerio, la iglesia, nuestra huerta, atrás -hasta el nido de urraca en una alta acacia del cementerio. Eso será que tengo todavía los recuerdos más primitivos que todos vosotros; para acordarse de todo esto así, no hay más que la madre y yo. No insisto, ya que es mejor que no trate de recuperar todo lo que entonces me vino a la cabeza...
Pero, si quieres, puedes exponer las dos telas de girasoles.
Gauguin se alegrara si tiene una; y me agrada mucho ofrecerle a Gauguin un detalle de cierto valor. Como él desea una de esas dos telas, ¡vale!... reproduciré una de las dos, la que él desea. Verás cómo llaman la atención esas telas. Pero te aconsejo que las guardes para ti, para tu intimidad con tu mujer. Es esa clase de pintura de aspecto un poco cambiante, que se enriquece si la miras mucho rato.
Tú sabes que Gauguin, por otra parte, gusta de ellas extraordinariamente. El me ha dicho, entre otras cosas: «esto... es... la flor». Sabes que Jeannin posee la peonía, que Quost posee la malvarrosa; pero yo poseo un poco el girasol.
¿Te fijaste, durante tu apresurada visita, en el retrato negro y amarillo de la señora Ginoux? Ese es un retrato pintado en 3 cuartos de hora. Es preciso que por hoy termine. Tengo una tela de Berceuse, precisamente la que trabajaba cuando vino mi enfermedad a interrumpirme. De aquélla, poseo igualmente hoy dos pruebas.
Acabo de decirle a Gauguin sobre esta tela, que como habíamos hablado el yo de los pescadores de Islandia y de su aislamiento melancólico, expuestos a todos los peligros, solos sobre el triste mar, acabo de decirle a Gauguin que poco después de esas conversaciones íntimas, me había venido la idea de pintar un cuadro tal que los marinos, niños y mártires a la vez, viéndolo en la cabina de una barca de pescadores de Islandia, experimentaran un sentimiento de arrullo que les recordara el canto de sus propias nodrizas.
Acaso esto se parezca, si se quiere, a una cromolitografía de bazar. Una mujer vestida de verde con cabellos anaranjados se destaca contra un fondo verde con flores rosas. Ahora, estas disparatadas agujas de rosa crudo, anaranjado crudo, verde crudo, están suavizadas por bemoles de rojos y verdes. Me imagino estas telas precisamente entre las de los girasoles, que forman así lámparas o candelabros a su lado, del mismo tamaño; y el conjunto, así, se compone de 7 u 8 telas. (Me gustaría hacer una repetición para Holanda, si pudiera recuperar el modelo).
Ya que seguimos con el invierno, escúchame; déjame continuar tranquilamente mi trabajo; si es el de un loco, ¡a fe mía!... tanto peor. No puedo evitarlo, entonces. Las intolerables alucinaciones han cesado, pese a todo; actualmente se reducen a una simple pesadilla, a fuerza de tomar bromuro de potasio, creo.
Una vez más aún; o bien me encerráis sin más trámite en una cabañuela de locos; no me opongo, en caso de que me engañe; o bien dejadme trabajar con todas mis fuerzas, tomando las precauciones que menciono. Si no estoy loco, llegará el momento en que pueda enviarte lo que te he prometido desde el comienzo. Supongamos que los cuadros quizás fatalmente deban dispersarse; pero cuando tú por lo menos veas el conjunto de lo que yo quiero, me atrevo a esperar que recibirás una impresión consoladora...
Siempre has vivido como un pobre, por alimentarme, pero yo devolveré el dinero o entregaré el alma. Ahora vendrá tu mujer, que tiene buen corazón, para rejuvenecernos a nosotros, los viejos...
Es verdad lo que te digo. Si no es absolutamente necesario encerrarme en un manicomio, entonces estoy bueno todavía para pagar, por lo menos en mercancías, las deudas que pudieron tentarme. Para terminar, debo decirte todavía que el comisario principal de policía vino a verme ayer muy amistosamente. Me ha dicho, estrechándome la mano, que si alguna vez yo tenía necesidad de él podría consultarlo como amigo. Nada más lejos de mi intención negarme pues podría muy pronto llegarme el caso, precisamente si surgieran dificultades con la casa. Espero que llegue el momento de pagar el mes, para interrogar al gerente o al propietario en el blanco de los ojos. Pero que se quedarán con las ganas de echarme casi seguro en esta ocasión al menos. La verdad es que el trabajo me distrae. Y me conviene hallar distracciones -ayer estuve en las Folies Arlésiennes, el reciente teatro de aquí - ésta ha sido la primera vez que he dormido sin pesadillas graves. Se daba (era una sociedad literaria provenzal) lo que se llama un Noël o Pastoral; una reminiscencia del teatro de la edad media cristiana. Estaba muy estudiada y les debe haber costado mucho dinero.
Naturalmente representaba el nacimiento de Cristo, entremezclado con la historia burlesca de una familia de aldeanos provenzales embobados. Bueno -lo que era asombroso como un aguafuerte de Rembrandt - era la vieja aldeana; justo una mujer como sería la señora Tanguy, el cerebro de sílex o piedra de fusil, falsa, traidora, loca; todo esto se veía en la pieza citada.
Luego, en la pieza, llevada delante del místico pesebre, con voz temblorosa, se puso a cantar y entonces la voz cambió de bruja a ángel y de voz de ángel a voz de niño y luego otra voz le respondió, ésta firme y cálidamente vibrante, una voz de mujer detrás de los bastidores. Era algo asombroso. Ya te dije; los así llamados «félibres» se habían empeñado en gastarse el dinero. Yo, con esta pequeña región, no tengo necesidad de ir a los trópicos para nada.
Vincent
Creo y creeré siempre en el arte de crear en los trópicos y pienso que debe ser maravilloso; pero en fin, personalmente soy demasiado viejo y (sobre todo si me hiciera poner una oreja de papel) demasiado acartonado para ir. ¿Gauguin lo hará? No es necesario. Porque si hay que hacerlo, se hará solo. No somos más que eslabones de la cadena.
Este bueno de Gauguin y yo nos comprendemos en el fondo del corazón y si somos un poco locos, sea, ¿no somos también un poco bastante profundamente artistas para contrarrestar las inquietudes a este respecto por lo que decimos del pintor? Todo el mundo tendrá quizás un día neurosis, histeria, baile de San Vito u otra cosa. ¿Pero no existe el contra veneno? ¿En Delacroix, en Berlioz, en Wagner? Y en verdad la locura artística, en todos nosotros, yo no digo que sobre todo en mí, tal vez me haya herido hasta la médula; pero digo y mantendré que nuestros contra venenos y consuelos pueden, con un poco de buena voluntad, ser considerados como ampliamente eficaces.
Todo tuyo.
30 de enero de 1889.
He puesto hoy en preparación una tercera Berceuse. Sé muy bien que no está ni dibujada ni pintada tan correctamente como la de Bouguereau; cosa que casi lamento porque aspiro a ser correcto en serio. Pero como tampoco corresponde, fatalmente, ni a Cabanes, ni a Bouguereau, al menos espero que sea francés.
Hoy ha hecho un tiempo magnífico, sin viento, y he tenido tantas ganas de trabajar, que estoy desconcertado, ya que no contaba con esto. Terminaré esta carta como la de Gauguin, diciéndote que en verdad hay todavía signos de la sobreexcitación precedente en mis palabras; pero que esto no tiene nada de extraño, ya que en esta buena región taraconesa todo el mundo está un poco tocado.
3 de febrero de 1889.
Quizás en la Berceuse hay un ensayo de pequeña música del color de aquí; está mal pintada y los cromos del bazar salen infinitamente mejor pintados técnicamente; pero aún así... Cuando salí con el bueno de Roulin del hospital pensaba que no había tenido nada; solamente después he tenido la sensación de que había estado enfermo. ¡Qué quieres!; vivo momentos en que me arrebata el entusiasmo, o la locura, o la profecía, como un oráculo griego en su trípode.
Tengo entonces una gran presencia de ánimo en palabras, y hablo como las arlesianas; pero me siento tan débil con todo esto... Debo decir esto: que los vecinos, etc., tienen una bondad particular conmigo; todo el mundo sufre aquí, sea de fiebre, sea de alucinación o de locura, y se entienden como personas de una misma familia.
Ayer fui a ver otra vez a la muchacha de la casa donde me metí en mi extravío; se me dijo que cosas como éstas, aquí en el país, no tienen nada de asombroso. Ella había sufrido y se había desvanecido; pero después recobró la serenidad. Y por otra parte, se habla bien de ella. Pero en cuanto a considerarme completamente sano, no hay que hacerlo. La gente de la región que está enferma como yo, me dice la verdad. Se puede vivir, viejo o joven; pero siempre se tendrán momentos en que se pierde la cabeza. Yo no puedo decirte, pues, que digas que no tengo nada o que no tuve nada.
Febrero de 1889.
Mi querido Théo:
Mientras que mi espíritu estaba completamente falto de calma, habría sido en vano que hubiera intentado escribirte respondiendo a tu buena carta. Hoy acabo de regresar provisionalmente a mi casa; espero que será de veras. Hay tantos momentos en los que me siento completamente normal, y precisamente me parecería que si lo que tengo no es más que una enfermedad particular de la región, conviene esperar tranquilamente aquí hasta que esto termine; aunque vuelva a repetirse (lo que no será el caso, supongamos).
Pero pon atención a lo que digo de una vez por todas, a ti y al Sr. Rey. Si tarde o temprano fuera deseable que me trasladara a Aix, como ya se ha planteado, consiento de antemano y me someteré. Pero en mi calidad de pintor y de obrero, no le es lícito a nadie, ni siquiera a ti o al médico, hacer tal diligencia sin prevenirme y consultarme a mí, allá dentro; además, porque como hasta ahora siempre mantuve mi presencia de espíritu, relativa a mi trabajo, tengo derecho a decir (o al menos a opinar sobre ello) qué sería lo mejor, si mantener mi taller aquí o mudarme enseguida a Aix. Esto, a fin de evitar los gastos y las pérdidas de una mudanza y de no hacerla sino en caso de absoluta necesidad. Parece que por aquí corre una leyenda que hace que la gente tema a la pintura y que en la ciudad se ha hablado de esto.
Bueno; sé que en Arabia sucede igual y, sin embargo, hay montones de pintores en África, ¿no es así? Lo que prueba que con un poco de firmeza se pueden modificar esos prejuicios; o al menos seguir pintando igual.
Lo malo es que yo también me siento proclive a dejarme impresionar y a sentir yo mismo las creencias de otro y a no indagar siempre el fondo de verdad que pueda haber en el absurdo. Gauguin, por otra parte, también está así; como habrás podido observar desde que había venido andaba igualmente fatigado por yo no sé qué enfermedad.
Yo, después de permanecer aquí ya más de un año, después de haber oído que decían casi todo el mal posible de mí, de Gauguin, de la pintura en general, ¿como no he de tomar las cosas tal como son, aguardando a salir de aquí? ¿O hay acaso un lugar peor que el manicomio donde he estado en dos oportunidades?.
Las ventajas que tengo aquí son, como diría Rivet, ante todo, que «aquí están todos enfermos» y entonces por lo menos no me siento solo. Ya que como bien sabes me gusta tanto Arlés, aunque Gauguin tenga algo de razón al llamarla la ciudad más sucia del Mediodía. Y ya he encontrado tanta amistad en los vecinos, en el Sr. Rey y en todos los del hospicio, que realmente preferiría estar siempre enfermo aquí que olvidar la bondad que hay en la misma gente que tiene los prejuicios más increíbles respecto a los pintores y a la pintura o que en todo caso no tiene ninguna idea clara y sana como nosotros. Además, en el hospicio ahora me conocen y si esto se repitiera ocurriría en silencio y en el hospicio sabrían qué hacer. No deseo de ningún modo ni tengo necesidad de que me atiendan otros médicos.
22 de febrero de 1889.
Bueno -en suma, hay tantos pintores que están tocados de uno u otro modo que poco a poco me consolaré. Más que nunca comprendo los sufrimientos de Gauguin, que ha experimentado en los trópicos la misma cosa, una sensibilidad excesiva. En el hospital precisamente he visto una negra enferma, que se queda y trabaja como sirvienta. Díselo. Si le dijeras a Rivet que andas tan preocupado por mí, seguro que te tranquilizaría diciéndote que a causa de que hay tanta simpatía y comunidad de ideas entre nosotros tú sientes un poco lo mismo.
No pienses demasiado en mí, como una idea fija; yo me desenvolveré mejor, además, si sé que estás sereno. Te estrecho fuerte la mano con el pensamiento; eres muy bueno al decir que podría ir a París; pero pienso que la agitación de una gran ciudad no me convendría nunca. Hasta muy pronto.
Posted by roge at September 23, 2005 8:11 PM