Roge: Diario de guerra de un l337

El loco

Dicen que el Loco y la mayoría de nosotros llega a este mundo dormido, sumido en la ignorancia. Y dicen que, según el destino, debe despertar y recordar por qué ha venido y cuál es su misión en esta vida. Tendrá que iniciar un viaje, viaje iniciático, y atravesar muchas «pruebas» representadas por los distintos arcanos- para encontrar su propia esencia, esa chispa de divinidad que todos guardamos dentro. Por eso el héroe, el sabio, el sabio, en este caso, el loco es un viajero empedernido, un ser inquieto que busca, que batalla y encuentra su camino. El viajar, nos dirá Jung, es una imagen de la aspiración del anhelo nunca saciado, que en parte alguna encuentra su objeto. En todo caso, hay un deseo ciego a vivir- el loco con la venda en los ojos-... y así uno empieza a caminar.

El Loco no tiene número, no tiene orden y por eso es un don nadie, un bufón que se rie de todo, un ser que desde la marginalidad cuestiona cualquier orden establecido. Sin embargo, por no ser nadie tiene todas las posibilidades de ser todo, cuando pase del loco ignorante al loco sabio encotrará la libertad, encontrará también la inocencia pues tiende a perder el ansia de libertad. Es cierto que el Loco expresa lo irracional, el caos y el inconsciente a flor de piel; pero la ebriedad y la desmedida forman parte de lo humano. Por eso, a veces, la locura aparece en las fiestas y en los carnavales como lo que es, un reajuste necesario, una válvula de escape de la presión social, una necesidad de éxtasis que desborda al ego que controla, en definitiva, un diálogo directo con Dionisios, ese dios travieso que revoluciona el Olimpo.

Y más adelante cuando el Loco ha caminado un buen trecho del camino, se dará cuenta que, quizá la vida carezca de sentido pues sólo hay un andar de paso. También entenderá que la personalidad que uno cree ser, no es más que una máscara de la vida, un juego de espejos e ilusiones. En el fondo hay la sospecha de que uno no es nada, sólo impermanencia, como el viento que sopla ahora, como este instante que nunca se volverá a repetir, como la felicidad que no se puede atrapar en el puño de una mano.

Julián Peragón